En la vida de toda persona, que ha rendido su vida a Cristo,
y voluntariamente se ha dispuesto a dejarse usar por El, existe el llamado “Paso
por el desierto”, en el cual su fe mucho más preciosa que el oro es puesta a
prueba al pasar por el fuego refinador de Dios, donde se conoce nuestra
dependencia de Dios, permanencia y fidelidad al llamado. En esos momentos de desierto, donde la guía y
dirección del Espíritu Santo se hacen imprescindibles, para no ceder ante las presiones y tentaciones, y
recibir de Él, sombra y sustento.
¿Qué es la prueba?
Es toda circunstancia por la que atraviesa un cristiano y que
está caracterizada por la aflicción y la dificultad, y llega con el fin de
formar en nosotros el carácter de Jesucristo “todas las cosas nos ayudan a bien”
(Romanos 8:28).
Las pruebas tienen como finalidad fortalecer nuestra comunión
con el Señor, aprendiendo a no depender de nuestra lógica, ni de nuestras
fuerzas, “no con espada, ni con ejercito; es con mi Santo Espíritu”.
Padre en este momento nos ponemos delante de ti para poner
nuestra vida en tus manos Señor, que sea
tu hermoso Espíritu Santo dándonos las fuerzas y la sabiduría en esta situación
que estamos viviendo, solo tú conoces verdaderamente como estamos Papá, solo tú
sabes como están hoy nuestros corazones, necesitamos ser fuertes y valientes
para no ceder ante las pruebas, y poder ser esos hijos esforzados y valientes
que confían en ti.
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